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Diez por indisciplina

El estudiante de Santiago Mitre

Julio Lara Bejarano

Habiendo nacido y crecido en un país donde militancia es sinónimo de tiro al blanco para francotirador pagado, uno entiende que el valor cívico de la sana y propositiva rebeldía, aquella que aspira a más que la reclamación de un pliego de peticiones con caducidad en el cercano tiempo, propende al fuerte enfrentamiento ideológico, al establecimiento de una confrontación donde los argumentos reemplazan a balas y puños en un escenario que, si bien evita la sangre derramada, tampoco se contenta con disolvernos en saliva emanada de discurso político prosopopéyico.

La imagen que me configuro en la mente se parece entonces a la lograda por la fotografía del filme El estudiante, en competencia oficial dentro del 52º Festival Internacional de Cine de Cartagena (FICCI) que, con la dirección del argentino Santiago Mitre, nos sitúa en torno a los avatares de cierto microuniverso de la política universitaria, con personajes en disputa por valores similares a los que en otros ámbitos también son motivo de lucha cuando de poderío se trata.

El vehículo que nos transporta a lo largo del camino responde al nombre de Roque. Y no es que intente deshumanizarlo, pues en verdad así le asumo, como una forma de transporte hacia la misma perplejidad que le acapara su vista provinciana, anteriormente desligada a los intríngulis, a las alianzas y estratagemas para ascender más rápido por la escalinata del poder. Para efectos prácticos, Roque es como muchos espectadores jóvenes (también adultos) que permitimos (con ó sin complacencia) que sean otros los que decidan, precisamente porque esa es su esfera y están en legítimo ejercicio de sus funciones.

El hecho de que sea el amor, el sexo -las hormonas- lo que le inciten, es lo de menos. Igual, es la misma fuerza motora detrás de muchas creaciones y descubrimientos, y ello no puede avergonzarle(nos). El punto radica en lo que pasa de allí  en adelante con él, con ella, con los demás en este juego de rol en vivo. La “táctica y estrategia” deja de remitirnos exclusivamente a la historia de amor, apenas en la superficie, para dirigirnos al aprendizaje por ensayo y error que viven los personajes.

Porque la historia no arranca con la cámara al hombro -y la voz en off- contando la llegada de Roque a este mundillo de intereses creados. Ya más tarde, con la reminiscencia de antecedentes históricos, lejanos y legendarios, nos damos cuenta que sus bases están sentadas desde siempre, desde que ambición y traición suelen servirse en el mismo plato y la gastronomía es la misma en muchos (¿todos?) sitios. Solo cambia ligeramente el condimento.

Así pues, Mitre, como director, nos introduce, aliena y despide -con discreto toque documental aplicado en la ficción- de mítines, conversaciones a puerta cerrada, negociaciones acaloradas, diferencias de criterios, momentos de intimidad, siendo testigos del ascenso y descenso de Roque y compañía, que aspiran y siguen aspirando mientras caminan, se elevan, resbalan, caen y se vuelven a levantar en un “cine de guerrilla”, producido ingeniosa pero dificultosamente –a partir de lo que comentó el propio cineasta- que nos recuerda el parecido entre política y parque de atracciones mecánicas. Pero que también reivindica que calidad y escasez de presupuesto si pueden bailar la misma pieza juntos sin pisarse los pies.

Al final, hasta el ambiente contestatario entre aquellos estudiantes impregnados de ideales, deja un sabor agrio y romántico. Más de lo primero que de lo segundo, pues la sola comparación con algunas aulas de clase –que se viven en órdenes de discente ó docente- origina el natural sinsabor del desnivel de altura. La carencia de oxígeno ataca cuando se tiene a cuarenta alumnos en un mismo recinto conectados a la aldea global por el don y suerte de sus dedos y un smart phone, pero con el alma desenchufada del saber y, peor aún, de la pasión por saber. Lo romántico sería lo contrario. Si la disciplina la otorga el silencio cómplice de la ignorancia, mejor optar por lo contrario, como lo vimos (vivimos) en diversas escenas del largometraje.

Momento de estudiar a El estudiante. Roque aprendió su lección. Tome usted sus propios apuntes y prepare el examen. Procure no pasar tan arrastrada la materia, como la mayoría de los políticos.

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